Palabras de Amauta

Saturday, August 11, 2007

GALEGOS E ESCRAVOS EN CUBA

Pouco mérito ten este último post que me decidín a deixar. Foi simplemente recollido da revista cultural cubana www.lajiribilla.cu , a autora oferécenos un pequeño rascuño sobre os padecementos dos nosos compatriotas na Cuba previa á independencia.
Deixo o artigo íntegro e na lingua na que foi escrito. Soprendente pero confirmatorio dunha realidade que algúns xa intuiamos.
Castellanos de Castilla, tratade ben aos galegos!

Una compañía patriótico-mercantil
Josefina Ortega • La Habana

No es muy conocido que la infamante esclavitud que se padeció en Cuba no fue solo la inflingida a los negros traídos de África, o a los coolíes llegados desde China, muchos años después.
Existen trabajos serios sobre el tema de la esclavitud ejercida contra hombres blancos europeos, estudios debidos, entre otros, al historiador Manuel Moreno Fraginals, en el capítulo seis “El mercado de brazos (1790—1860)”, de El Ingenio, y a la investigadora Norma Peraza, con su artículo “Esclavos gallegos en Cuba”, publicado en el volumen 3 —septiembre-diciembre, 1980— de la Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba.
Sin embargo, el tema es en verdad casi desconocido, en parte porque pareciera escasamente creíble que tales hechos pudieran suceder a mitad del siglo XIX, en parte porque la esclavitud negra y asiática pertenecía al (des) orden natural que hasta más allá de la mitad de la centuria se vio como un mal inevitable para muchos.
La fuerza que llevó a la explotación de hombres blancos peninsulares se escondió detrás de una cortina. Pero fue tan cierta —matices más o menos: los llamaban “colonos”— como las otras.
Las causas se saben: Galicia, hacia 1850, andaba en la ruina; y muchas de sus gentes se vieron obligadas a desterrarse por la hambruna.
En Cuba los “indios” habían sido exterminados; el miedo “al negro”, era desayuno diario, y la trata china estaba en ciernes. Entonces el viejo concepto de importar mano de obra barata a tono con la mejor “teoría colonizadora hispano-cubana” —según Moreno Fraginals—, se hizo cargo de canalizar la desesperación de los gallegos y hacerlos carenar en Cuba “para utilidad de los grandes empresarios”.
Y la idea tomó rumbo cuando en 1854 se aprobó en las Cortes Españolas un proyecto de colonos gallegos, impulsado por un tal Urbano Feijoo y Sotomayor —diputado a Cortes— de quien se dice sacaría buena tajada del negocio, bajo licencia para “transportar trabajadores libres, por períodos de cinco años, que se mantendrán bajo la vigilancia de las autoridades"…las que… "velarán de que a los inmigrantes se les pague el pasaje, y se les entregue cada año tres camisas, un pantalón, una blusa, un sombrero de yarey y un par de zapatos”, y de que “no se les pague menos de seis pesos al mes, y que se abone el pasaje de regreso”.
En un Pliego de condiciones, “bajo las cuales se organizará la compañía Patriótico-mercantil” (¡!), se consignaban que al llegar a la Isla “los inmigrados serán recibidos por la empresa en locales convenientes, preparados en el campo para la aclimatación…”.
Sin embargo, el estatus con que llegaban a Cuba tenía viso jurídico que impedía la deserción de la contrata. Y eso daba mala espina. Para rematar se establecía bajo rúbrica que “me conformo con el salario estipulado aunque sé y me consta que es mucho mayor el que ganan los jornaleros libres de la Isla de Cuba; porque esta diferencia la juzgo compensada con las otras ventajas que ha de proporcionarme mi patrón…” El sueldo era de seis pesos mensuales, en tiempos en que un esclavo negro alquilado costaba 20.
Pero desde el momento mismo de la “aclimatización” comenzaron los problemas. Según se afirma, un médico de la compañía dictaminó que “No tienen temperancia. Gustan demasiado de la comida, y no atienden a lo que uno le dice en cuanto a hacer dieta”.
Luego se redujo el tiempo de descanso de los domingos, la exigencia de más rendimiento… hasta que poco tiempo después comenzaron las deserciones y la insubordinación.
Llegado el caso, cuando la situación se volvió execrable en algunos sitios, unos cuantos colonos fueron enviados ¡al cepo! de la misma forma que se le hacía al negro, como le sucedió al “trabajador peninsular Andrés Mosquera de la brigada de la Calzada de Jesús del Monte por haberlo encontrado pidiendo limosna…”, después de apalencarse por varios días.
¿El castigo? …enviado al “cepo todas las horas de descanso por seis días y por la noches y por espacio de un mes todos los días que no sean de trabajo…”.
Luego de varios escándalos y hechos de sangre, una comisión establecida para “tratar la trata” dictaminó el 18 de junio de 1855 la liberalización del compromiso contraído a discreción, razón para que muchos gallegos llegados a nuestra tierra como esclavos tomaran rumbos diversos, y buena parte de ellos se asentaron en suelo cubano para siempre, tal y como dijera José Martí años después.
“Todo trabajo es santo y cada productor una raíz; y al que traiga trabajo útil y cariño venga de tierra fría o caliente, se le ha de abrir un hueco ancho, como un árbol nuevo.”

amautacastro@hotmail.com
Girona, 10/08/07

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